Por Juan Tomás Valenzuela
Ayer vi al ñú y a Leonel
confundirse en un abrazo,
frente al cuerpo del pelmazo
que acaba de fenecer.
Hubo asombro por doquier
al ver a estos dos mangrinos,
a los que el fatal destino
de Reinaldo Pared Pérez
los unió junto a otros seres
que andan por igual camino.
Lamentable que este encuentro
sea en torno a una funeraria
y no a la penitenciaria
que aguarda a estos elementos.
Y aunque no es justo el momento
de estar albergando odio,
observar a estos incordios
confundirse en un abrazo,
da ganas de echarle el lazo
y entregarlos a un custodio.
Lamento profundamente
(aunque muchos crean que no)
que Pechito se murió
de forma tan deprimente.
Que él no tenía don de gente,
ahora es algo irrelevante.
Si decidió irse alante
y no esperar el proceso,
se librará de estar preso,
pero no del Dios, distante.
Pero ya… se fue Reinaldo,
pagó de alguna manera.
Media asta la bandera
por el duelo a este bastardo.
Mi desprecio, yo lo guardo,
pues ya no está entre nosotros.
Concentraré mi enquillostro
contra los que queden vivos,
contra el penco, el jiedevivo
la dientona y muchos otros.
Juan de los Palotes
1 noviembre 2021